En la mitología griega, las musas eran divinidades femeninas que presidían las artes y las ciencias, e inspiraban a los filósofos, músicos y poetas. Aunque su número varíe según los autores, por lo general se considera que son nueve.
La noción más común es que las musas eran hijas de Zeus, rey del Olimpo, y Mnemósine, diosa titánide de la memoria, y que nacieron en Pieria, al pie del Monte Olimpo, por lo que a veces se las llamaba Piérides.
Sin embargo algunos autores como Alcmán y Mimnermo las consideraban más primordiales, hijas de Urano y Gea.
Otro autores consideran que hay dos generaciones de musas, unas hijas de Urano y Gea, y otras de Zeus y Mnemósine. Aún así todos concuerdan en que eran extremadamente bellas y que siempre conseguían lo que querían.
Dependiendo del autor, el número de las musas ha variado a lo largo de la historia desde tres, como sabemos por Pausanias y Sición, hasta el número que acabaría consolidándose en toda Grecia, nueve. Es en La Odisea donde se mencionarían las nueve musas, sin nombres. Sería Hesíodo, quién le pondría nombre a las nueve musas, que a partir de entonces pasaron a ser reconocidos.
Las nueve musas canónicas son:
- Calíope (“la de la bella voz”). Es la musa de la poesía épica y la elocuencia. Se la representa con las características de una muchacha de aire majestuoso, llevando una corona dorada, emblema que según Hesíodo representaba su supremacía sobre las demás musas. Se adorna con guirnaldas, llevando una trompeta en una mano y un poema épico en la otra.
- Clío (“la que celebra”). Musa de la historia y la poesía heroica. Se la suele representar con una corona de laureles, una trompeta en la mano derecha y un libro escrito por Tucídides en la izquierda. A estos atributos se une a veces el globo terráqueo sobre el que posa y el Tiempo aparece junto a él, para mostrar que la Historia abarca todos los lugares y todas las épocas.
- Erato (“amorosa”). Es la musa de la poesía lírico-erótica o poesía amorosa. Se la suele representar coronada de rosas y sujetando una cítara, instrumento que ella misma inventó. A veces va acompañada del amor alado, el dios Eros.
- Euterpe (“deleite”). Musa de la música, especialmente del arte de tocar la flauta. Se la representa coronada de flores y llevando un “doble flautín”. A veces dicho falutín era sustituido por otros instrumentos: violines, tambores, etc.
- Melpómene (“cantar”). Es una de las dos musas del teatro, en este caso de la tragedia. Asociada a Dionisio, se la representa ricamente vestida, con una mirada severa en su rostro. Suele llevar en una mano una máscara trágica, aunque a veces se la representa con un cetro o un puñal ensangrentado. Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.
- Polimnia (“muchos himnos”). Musa de la poesía lírica-sacra, es decir, de los cantos sagrados. También es considerada la musa de la retórica y la mímica. Se la suele representar toda vestida de blanco, recostada con actitud de meditación.
- Talía (“florecer”). Era la musa de la comedia y de la poesía bucólica o pastoril. Era una divinidad de carácter rural y se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica y un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de sandalias.
- Terpsícore (“deleite de la danza”). Musa de la danza y la poesía ligera que se solía usar para acompañar en el baile a los coros de danzantes. También se la considera la musa del canto coral. Se la representa como una joven esbelta, con un aire jovial, llevando una lira entre sus manos. Se dice de ella que, junto con Forcis, dio origen a las sirenas.
- Urania (“celestial”). Es la musa de la Astrología y la Astronomía. Comúnmente se la representa vestida de azul, color que representa la bóveda celeste, teniendo cerca de sí un globo terráqueo, en el cual mide posiciones con un compás que lleva en una de sus manos. Tiene una corona o diadema formada por un grupo de estrellas, de las que también su manto va repleto. Algunos la consideran la musa de las matemáticas y de todas las ciencias exactas.
En los poemas homéricos se considera a las musas diosas de la música y la poesía que viven en el Olimpo, entonando dulces canciones para amenizar la comida de los dioses. Teniendo en cuenta la estrecha relación que había en Grecia entre la música, la poesía y la danza, puede también decirse que una de las ocupaciones de las musas era el baile.
El poder que se les atribuye con más frecuencia es el de traer a la mente del autor mortal los sucesos que ha de relatar, así como de otorgarle el don del canto y darle elegancia y carácter a lo que recita. No hay razón para dudar que los poetas más antiguos de Grecia eran sinceros en su invocación a las musas y que realmente se creían inspirados por ellas.
Al ser diosas del canto, están naturalmente relacionadas con Apolo, el dios de la lira, quien también instruía a los bardos y era mencionado junto a ellas incluso por Homero.
También se les otorga a las musas el don de la profecía, que les pertenece en parte por ser ninfas inspiradoras y en parte por su relación con Apolo, dios profético de Delfos.
Como los poetas y los bardos obtenían su poder de las Musas, y aunque estas eran consideradas divinidades vírgenes, muchos de ellos eran considerados sus discípulos o hijos: Lino, hijo de Anfímaro y Urania; Jacinto, hijo de Piero y Clío; u Orfeo, hijo de Calíope.
Marsias era un pastor frigio que desafió a Apolo a un concurso de música. Marsias tocó el aulos y Apolo su lira, y ambos lo hicieron tan bien que el jurado, formado por Midas y las Musas, declaró un empate. Entonces Apolo retó a Marsias a tocar el instrumento al revés: él le dio la vuelta a la lira, pero el pastor no podía hacerlo. Apolo venció, pero Midas no estaba de acuerdo. Apolo, para castigar a Marsias por retar a un dios, le ató a un árbol y le despellejó vivo, y su sangre dio origen al río Marsias. Después tocó la cabeza de Midas, y sus orejas le crecieron hasta ser como las de un burro.
Las Piérides eran nueve doncellas hijas del rey Píero de Pieria, en Tracia, muy hábiles cantando que, orgullosas de su talento, desafiaron a las Musas. Las ninfas del Parnaso fueron nombradas como jueces, y como era de esperar fallaron a favor de las Musas. Éstas castigaron a las Piérides transformándolas en urracas, tornando así sus voces en graznidos.
Tras ser asesinado por Dioniso, las Musas recogieron los trozos del cadáver de Orfeo, hijo de Calíope, y los enterraron al pie del sagrado monte Olimpo, donde se dice desde entonces que los ruiseñores cantan con más dulzura que en ningún otro lugar.
Las Sirenas, que igualmente se atrevieron a competir con ellas, fueron privadas de las plumas de sus alas, que las propias Musas se pusieron como adorno.
La adoración de las Musas señala originalmente a Tracia y Pieria sobre el monte Olimpo, desde donde fue introducido a Beocia, de tal forma que los nombres de las montañas, grutas y fuentes relacionados con su culto fueron igualmente transferidos del norte al sur. Su adoración se relaciona con el culto heroico de poetas.
Desde Beocia, ciudad de culto a las nueve Musas, se extendió a las regiones adyacentes y más lejanas de Grecia. En Roma tenían un altar en común con Hércules, y poseían un templo en Ambracia adornado con sus estatuas. Encontramos un templo de las Musas en la Academia de Atenas. En Esparta se les ofrecían sacrificios antes de cada batalla.Tambien se ofrecian sacrficios en Trecén junto con el dios del sueño, Hipnos. En Corinto tenían consagrada la fuente Pirene, la fuente de Pegaso.
Se vertían grandes cantidades de agua o leche y de miel en su honor. Los epítetos con las que eran designadas por los poetas proceden de los lugares que les estaban consagrados o en los que eran adoradas, aunque algunos provienen de la dulzura de sus canciones.